Comentario
Los cambios experimentados en la sociedad y la economía alemanas son otro aspecto que ayuda a entender el proceso de la unificación, en el que las decisiones políticas vinieron muchas veces exigidas por las demandas de una sociedad en rápida transformación.La población alemana, en los años que van de 1850 a 1870 pasó de 33 a 42.000.000 de habitantes, con un índice de crecimiento anual que fue ligeramente superior al de otros países europeos (inferior al del Reino Unido) y que se debió, fundamentalmente, al incremento de un índice de natalidad que llegó a estar cercano al 40 por 1.000. El proceso de urbanización fue también muy acusado, como en otros países europeos, lo que no impidió que dos terceras partes de la población continuaran siendo rurales a comienzos de los años setenta. Los que acudieron a las ciudades se convirtieron muchas veces en un proletariado industrial forzado a vivir en pésimas condiciones y con un salario sólo ligeramente superior al mínimo indispensable para sobrevivir. Esto generó la aparición de organismos de solidaridad, como cooperativas, entidades de crédito y las primeras organizaciones sindicales. También propició el nacimiento de instituciones de caridad promovidas por figuras destacadas de las Iglesias católica (A. Kolping, obispo W. Ketteler) y evangélica (Wichern, Bodelschwingh). En su conjunto, ninguna de estas iniciativas intentaba subvertir el orden social, lo que sí hacía el socialismo de Marx y Engels, que trataba de sustituir el sistema capitalista establecido. Sus doctrinas, sin embargo, penetraban muy lentamente. La Asociación General de los Trabajadores Alemanes, fundada en mayo de 1863 por Ferdinand Lassalle, contemplaba la constitución de cooperativas de producción subvencionadas por un Estado fuerte, y el marxismo no comenzó a abrirse paso hasta 1869, con la formación del Partido Social Demócrata de los Trabajadores, dirigido por August Bebel y Wilhelm Liebknecht. Un aspecto decisivo en la transformación económica que experimentó el mundo alemán durante aquellos años fue la construcción del tendido ferroviario, que se convirtió en el verdadero motor del proceso de industrialización. La primera línea, entre Nuremberg y Fürth, había sido puesta en funcionamiento en 1835 y la erección del tendido se aceleró desde mediados de siglo. Los 6.000 kilómetros de 1850 se doblaron diez años más tarde, y casi alcanzaban los 20.000 a la altura de 1870. Junto con el ferrocarril, la creación de bancos de crédito a comienzos de los años cincuenta (Diskontogesellschaft, creado por D. Hansemann; o el Darmstädter Bank, de Mevissen) hizo posible contar con medios financieros para las nuevas empresas industriales, organizadas bajo la forma de sociedades anónimas. Mientras que antes de 1850 sólo se habían constituido 19 de esas sociedades, en la década de los cincuenta se constituyeron 251.La industria incorporó mano de obra procedente del artesanado e hizo posible un notable aumento de la producción. Los 5.000.000 de toneladas de hulla que se producían en 1850 se cuadruplicaron en 1865, mientras que la producción de hierro se multiplicaba por dos y medio y el consumo de materia prima de algodón lo hacía por tres y medio. Por otra parte, la creciente mecanización se traducía en crecimiento de la productividad hasta límites que resultaban espectaculares. El convertidor Bessemer podía obtener en veinte minutos la misma cantidad de fundición que hubiera podido obtenerse por los medios tradicionales de elaboración de acero.Por otra parte, los años sesenta asistieron a un crecimiento espectacular de la industria química (1863, creación de la Badische Anilin und Sodafabrik; 1866, trabajos de Werner von Siemens), y en 1867 los productos alemanes recibían un generalizado reconocimiento en la Exposición Internacional de París. El mundo alemán se estaba convirtiendo, por tanto, en una gran potencia que exigía medidas de articulación económica. El Zollverein, originado por las corrientes librecambistas generadas en una industria y una agricultura que habían incrementado también sensiblemente sus posibilidades de exportación (experimentos de Justus von Liebig), se había consolidado en torno a Prusia, y se completó en los años cincuenta con las anexiones de Hannover y Oldenburg. Austria, que se había puesto al margen de esta iniciativa en sus orígenes, experimentaba en estos años una marginación económica que no tardaría en tener repercusiones políticas. Sus intentos de contrarrestar la hegemonía económica prusiana en el mundo alemán nunca llegaron a tener excesiva consistencia.